Su cuerpo subía y bajaba sobre el mío. Sus pechos brincaban libres. Tome uno, lo apreté un poco, al parecer eso le gustaba. Me levante lamiéndolos, los mordí levente.
-Si- Decía ella, abrazando mi cuerpo con fuerza-, dame más- Pedía, completamente excitada.
Lamí su cuello, su cuerpo se tenso al sentir mí lengua. Saboree sus labios. Esos carnosos labios rosados, que pedían a gritos ser devorados.
Quería llevarla a la cima, como ella había hecho minutos antes de tenerla montada en mí.
Había metido mi duro miembro en su boca. Cada célula de mi piel se enchino. Me tenía sentado en una silla, completamente a su disposición. Primero toco un poco encima de mi pantalón. Después me dejo en boxer, deseando a cada segundo más de su tacto.
Saco al prisionero de su celda de tela, lo rodeo con su delicada mano, frotando despacio, cerré mis ojos, apreté mis manos en el asiento; froto más rápido. Mis gruñidos eran fuertes, así como el placer que su mano me brindaba.
Cuando creía que sus manos me llevarían al paraíso, apareció su boca, con suaves labios, su lengua aventurera, probándome…
Mordí mi labio inferior, al sentir su boca húmeda besando mi punta.
-¿Más?- Pregunto con una voz endemoniadamente provocativa.
Mi voz se había borrado. Asentí, bajando la mirada. Me sonreía pasado la lengua por sus labios. La vi lamiéndome, desde la base hasta el final. Tense la mandíbula reprimiendo un rugido de placer.
Seguía mirándola con la respiración agitada. Sentía que el corazón se me saldría del pecho con cada una de sus deliciosas caricias. Abrió su boca, aproveche eso para tomar una gran bocanada de aire, me metió en su boca, chupando, me saco de su boca, beso, lamió, mordió…
La vista se me nublo, eche la cabeza hacia atrás. Me estaba aventando al universo del placer…
Entre de nuevo en ella, succiono con fuerza. No pude contener un grito satisfactorio. Saco mi sexo de su boca, mordiendo los alrededores.
-Dios- Jadee.
-¿Te gusta?- Pregunto. Acaricio mi pecho. Arañándolo después. Ese acto salvaje me prendió mucho más.
No conteste su pregunta de inmediato, estire una mano a su cabeza, la mire. Acaricie su cabello.
-¿Más?- Su calido aliento rozo mi miembro. Gemí, ella sonrío. Se veía claramente orgullosa de provocarme. Me metió de nuevo en su caliente boca…
Profundice los movimientos tomando su cabeza, aunque no había necesidad, sabia perfectamente como hacerlo.
-Ya…- Gemí, con voz ronca.
Beso mi sexo y se levanto. La vi desnuda al momento en que me vine y eso me regalo un orgasmo de los mil demonios. Después de liberarme, tome aire, su desnudes me excito de nuevo, me levante de la silla y la tome…
Tome su cadera para colocarme encima de ella. La penetre con fuerza, dándole el mayor de los placeres.
Estiro sus brazos para rodearme el cuello. Beso con frenesí mi boca, jugando con mi lengua deliciosamente.
Salía de su cuerpo, rozaba su entrada, eso la enloquecía, y entraba en ella con furia. Sacaba gritos de placer de su garganta que me inflaban el pecho de puro orgullo.
Me agache a morder sus pezones. Arqueaba la espalda, aproveche esa elevación, para pasar un brazo por debajo de ella levantándola un poco más. Así podía entrar más profundo. De nuevo grito.
-Ah…- Jadeaba.
Su interior era caliente como su boca, con la diferencia de que era un poco más estrecho. Eran placeres diferentes, sensaciones diferentes, ambas las disfrutaba.
Su cuerpo se tenso bajo el mío. Dejo caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo, apretó las manos formando puños.
-Mírame- Le pedí. Lo hizo, sus ojos estaban embriagados de placer, de un placer que era el culpable de provocar.
La vi morder sus labios. Mis movimientos la hacían jadear más y más. Enrollo sus piernas en mi cadera. De nuevo me beso. Mordió mis labios cuando la sentí venirse. Me araño la espalda cuando el orgasmo la desarmo.
Poco a poco sus piernas y su cuerpo se relajo. Salí de ella, me tumbe aun lado, cansado, completo, extasiado. Se recargo en mi pecho, acaricio mi mejilla. Pase mi mano por su cabello.
Se perdió en el mundo de los sueños al poco tiempo. Baje la mirada, ella dormía sonriendo. La acerque más a mi pecho, respire su exótico perfume. Sonreí al verla descansando entre mis brazos. En su oído le susurre “Feliz Aniversario”, ella era el mejor regalo que podía desear, era entregada, era mía, toda mía.
Mi corazón palpito con fuerza, ya que en el momento en que abriera los ojos esta locura se repetiría de nuevo…